Aquí os ofrezco mis andrajos, madre,
Mis guiñapos envueltos en una humareda otoñal,
Voy bajando por tus desfiladeros de hojas secas,
Me has expulsado de tu boca cual vómito amarillento y rancio.
Soy un engendro,
Una mosca brotando de tus heridas,
La más repudiable criatura, sin hogar ni nombre.
Y me has cortado las manos,
Y sobre mis heridas rociaste sal,
Sal,
Sol,
Y mi voz viaja hacia el sol
Y se humedece en tu garganta
Sol
Sol
Sol o se oye aquel resuello de la muerte,
Y los ejes de una vieja carreta transportándote hacia la eternidad.
DIANA DE CARTÓN
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