Los días
para Julian son como las monedas que ruedan a los pies de un mendigo.
Como la
luz fragmentada en un ahuecado techo de cartón
Y
terminan siempre como el vientre de una mosca:
Aplastado
y rociado sobre la mesa.
El
pequeño Julian pensaba:
Si dios
es el límite, mi madre debió parir espinas y no sacrificar su virginidad con un
vagabundo sin nombre.
Querido
Julian,
Ahora
tus ojos se confunden con el azul del mar,
A
B
A
J
O
Ésta
ruidosa ciudad desaparece por completo.
La niebla
que cubría parte de tu cuerpo ahora te liberaba entre vuelos de gaviotas y una
melodía de Bach.
El día
parecía apagarse entre las briznas azulejas
Y una
tenue luz en torno al muelle descubría un pequeño abrigo ensangrentado.
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